martes, 25 de junio de 2002

Conjurar el desánimo

Está la cosa muy jodida. Cualquier mirada crítica que se eche sobre este mundo nuestro deja muy mal cuerpo: la militarización social, tras el 11-S, ha alcanzado cotas inimaginables; el concepto de seguridad está dinamitando libertades que costó mucho conquistar; el hambre y la miseria se están cebando sobre gran parte de la humanidad, sin que nadie pestañee; nuestra civilizaciones "desarrolladas" sufren una fortísima crisis de valores, que tiene consecuencias incluso para la salud; el paro estructural y el deterioro de las condiciones laborales es patente, y avanza sin apenas resistencia sindical...

Un panorama desolador, sin duda.
Hablar de esperanza hoy puede parecer estúpido, ingenuo. Pero hoy, más que nunca, es necesario hablar de esperanza, conjurar el desánimo, apretar los dientes y refrescar las utopías, creer, a pesar de todo, que otro mundo es posible. Y no se trata de fingir una pose.

Tenemos que hacer el esfuerzo (esfuerzo colectivo, sin duda) de concretar las esperanzas, de provocar "zonas liberadas" donde se haga visible ese "otro mundo posible". Si de veras creemos que es posible organizar un mundo sin que el capital sea el centro, entonces hemos de generar colectivos, espacios, grupos, donde eso se haga visible, donde se experimente. Si de veras creemos que es viable un mundo sin fronteras, donde todos sean bienvenidos, donde todos seamos extranjeros y anfitriones, entonces tendremos que abrir las puertas de nuestros hogares a que llega de África o de Sudamérica, al que llega del Este y del Sur, y hablar de convivencia conviviendo. Si de veras pensamos que los cultivos extensivos, la manipulación genética en los alimentos, la macdonalización y el control de precios de las materias primas es absurdo, contranatura y homicida de masas, entonces tendremos que hacer del Consumo Responsable un hábito, y del Comercio Justo un criterio de compra. Si de veras pensamos que hay otra forma de hacer política, que se ha de sustituir el mangoneo por el servicio, el cinismo por la honestidad, el voto por la representación, la propiedad por la soberanía, entonces tendremos que participar en los espacios de compromiso político.

Resistir es una obligación en estos tiempos tan oscuros. Proponer alternativas es una necesidad. Conjurar el desánimo y convocar a la lucha esperanzada es una urgencia. Es fuerte la sensación de estar perdiendo terreno, es razonable entonces que tanta gente aparezca cansada, aburrida de dar -aparentemente- cabezazos contra un muro eterno. La cuneta parece ser el lugar habitual de tantos militantes de izquierda, de tantos luchadores de toda la vida. Y no puede ser así: en algún momento, en algún lugar, en alguna canción o en algún cuento del Subcomandante Marcos, hemos de encontrar razones para levantarnos, para agitar las utopías y para caminar unidos.

Dirán que esto es demagogia alternativa. Diré entonces que más demagógico me parece toda esa mierda del "Fin de la Historia", del "efecto rebalse", de la "Doctrina Bush" y de todos los que han defendido y defienden un sistema descaradamente injusto, responsable directo de la muerte de 40 niños por minuto, responsable -con sus recetas de ajuste- del hundimiento de Argentina, responsable de la esquilmación sistemática de los recursos naturales... Eso sí es demagogia, porque después de décadas de espera el abismo entre Norte y Sur es mayor, como mayores son las fortunas privadas de las 300 y pico de personas que mangonean globalizadamente.

Lo razonable es resistir, lo razonable es seguir hablando de otro mundo distinto, lo razonable es seguir pidiendo un mundo sin fronteras ni militares, un mundo sin Deuda Externa, sin explotación obrera, sin muertos de hambre. Lo razonable es empeñarse en esa tarea colectiva, conjurar el desánimo, apretar los puños, mirar el horizonte de la humanidad que tendrá que ser, forzosamente, distinto del que nos venden, porque el que nos venden nos es horizonte, sólo es presente, y un presente tan corrompido que duele. Serán ellos, los que se empeñan en declarar el Fin de la Historia, los que terminarán en la cuneta, agarrados a sus acciones y a sus pistolas, sorprendidos con la capacidad de regeneración de la raza humana, sorprendidos porque "otro mundo" sí fue posible.

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