miércoles, 15 de diciembre de 2004

Visión y fraternidad

Quisiera que este escrito, trazado una madrugada poco antes de que termine el año, fuese provocador. ¿En quién pienso al escribir esto? En la gente de Dos Orillas, o en esa pequeña familia de compromiso y fraternidad que ha ido resistiendo a lo largo de estos años. ¿Qué pretendo al escribir esto? Provocar alguna respuesta, en alguna dirección, provocar decisiones, agitar. ¿Por qué? Pues porque me da la impresión de que sin cierta agitación tenemos los días contados (como colectivo, se entiende). Y porque el presente de lo que somos no es habitable sin algunos cambios, sin mudanzas evidentes.

¿Para qué sirve este escrito? Para iniciar algunas conversaciones necesarias, y postergadas ya demasiado tiempo. Para obtener algunas respuestas.
He puesto el título para no perderme, porque de esas dos cosas quiero escribir: de Visión y de Fraternidad. Me parece que esos dos elementos serían como la columna vertebral de lo que somos juntos, de lo que hemos venido siendo y de lo que podemos ser. Dos elementos que recogerían lo mejor de nuestro pasado y toda nuestra potencialidad de aquí en adelante.

Visión.

«Después tuve la visión del cielo nuevo y de la tierra nueva... ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas, porque todo lo anterior ha pasado » (Apc 21,1)

Digamos que eso sería como el Argumento de nuestros compromisos, la Utopía, la Idea Genial, el Reino, el Proyecto, la Tierra Nueva... o como cada uno le llame. Ese Proyecto dentro del cual fuimos enganchando nuestros pequeños aportes, nuestras mediaciones, nuestros pequeños proyectos que empujaban ese otro Proyecto. La Visión tiene que ver con el futuro, con el convencimiento de ese Otro Mundo Posible. Todos hemos compartido esa Visión, todos hemos soñado juntos con un mundo mejor, y hemos ido ajustando nuestra vida, nuestras opciones, nuestros compromisos, a ese Visión. Hemos hecho sacrificios, hemos tomado decisiones fundamentales, hemos soportado tensiones desde fuera y desde dentro. Todo porque teníamos una Visión, que en nuestro caso nacía del Evangelio, de la Cristología.
Una Visión no es nada si no se concreta. Y lo hicimos, fuimos inventando mediaciones, asumiendo compromisos, dimos pasos que querían ir en esa dirección, que apuntaban a ese horizonte: la exclusión social, las cárceles, la prostitución, los enfermos, la cooperación internacional, los jóvenes, la droga, el comercio justo, el ambientalismo, la inmigración... El tiempo ha ido dando fuerza y consistencia a esas mediaciones, hasta el punto de aparecer, a estas alturas, como objetivos finales, hasta el punto de convertir el paso que damos hacia el horizonte en el mismo horizonte.
A ver si me explico: perseguíamos un sueño, y cada uno se fue montando en el vehículo que mejor entendió, en el que tenía más a mano o el que más eficaz le pareció. Y con el tiempo seguimos montados en esos vehículos, pero parece que olvidamos o perdimos ese sueño, ese horizonte mayor. La Visión. Y entonces nuestra mediación, nuestro vehículo, nuestro proyecto se vuelve pequeño, cansado, confuso. Y nos vamos sentando al borde del camino, queriendo seguir, pero sin saber muy bien cómo. O decidimos que nuestro pequeño proyecto personal no coincide con ese sueño colectivo que se llama Dos Orillas, y que ya no me aporta nada, y que mejor seguir solo, que se ven menos las contradicciones, que se notan menos las mediaciones.
No quito valor a nada. Al contrario: creo que hemos llegado muy lejos en ese esfuerzo de coherencia y compromiso social, creo que hemos ido ocupando puestos fronterizos, que hemos dado un impulso fuerte al proyecto del Reino en Huelva, que estamos aportando valores, creatividad y constancia. Pero creo al mismo tiempo que estamos en ese momento delicado en que la mediación amenaza con convertirse en absoluto, en ese momento delicado en que el Proyecto se desdibuja del todo, y que si dejamos pasar más tiempo será complicado encontrar esos elementos comunes que nos hicieron ponernos en marcha en una aventura colectiva. Vaya: la pregunta que nunca hacemos en voz alta, pero que siempre nos hacemos: "y esto de Dos Orillas ¿para qué?"
Queríamos cambiar el mundo. Pero ¿queremos hoy? Porque, sin ese ideal mayor, sin ese Proyecto que no supera, muy poco sentido tiene juntarnos. Si esa Visión ya no existe, o está ya tan desdibujado que se hace irreconocible, entonces difícilmente podremos mantenernos juntos: nuestras mediaciones son demasiado absorbentes, y algunas demasiado dispares como para justificar el esfuerzo que se hace por esa cosa confusa y etérea que es Dos Orillas.


Fraternidad.
«Vivan de acuerdo con la vocación que han recibido, sean humildes, amables, pacientes, y sopórtense unos a otros con amor. Mantengan entre ustedes lazos de paz, permanezcan unidos en el mismo espíritu» (Efe 4, 1)

Y este sería el segundo elemento que nos definiría. Hemos sido, a lo largo de todos estos años, hermanos, compañeros, mucho más que amigos. Hemos compartido la vida, las perras, la oración, el compromiso, hemos llorado juntos y hemos reído juntos, hemos compartido mucho de nuestro tiempo, de esos años apasionados y radiantes que son la juventud, hemos crecido y madurado juntos, conocemos nuestros defectos y virtudes, nuestras debilidades y nuestras grandezas.
Y eso lo hemos hecho porque entendíamos que hacer comunidad, construir fraternidad, era una manera concreta y tangible de construir la Utopía, de acercar el Reino. De ese proyecto comunitario de fraternidad muchos han ido saliendo, por la puerta grande o por la puerta de atrás. Y a pesar de todo, a pesar de los desengaños y los arañazos, hemos seguido adelante, porque la Fraternidad era condición indispensable para dar coherencia al Proyecto, y a los proyectos.
¿Dónde estamos hoy? Pues algo jodidos si de fraternidad hay que hablar. Algunos porque mantienen abismos abiertos desproporcionados, porque se niegan a dejar cicatrizar heridas antiguas, porque prefieren el orgullo al perdón. No somos ingenuos, porque ya somos mayorcitos: la fraternidad no es una cosa de buen rollito y algodones. Somos gente difícil, terca, con opiniones muy dispares. No podemos pretender ser todos amigotes y salir juntos a cenar, y hacernos regalos para nuestro cumpleaños. Eso está bien, y se hace porque muchos de nosotros somos amigos. Pero la fraternidad es algo más, es un planteamiento que supera mis "querencias", y me hace arrimarme al que me jode, tratar de entenderme con el que me hirió, con el que me sigue hiriendo tal vez sin saberlo. La Fraternidad es un argumento que nos damos, y que damos al mundo, para hacer ver que es posible otro mundo, que son posibles otras relaciones, que es posible perdonar y ser perdonado.
Decía que hay quienes mantienen abismos abiertos. Eso es grave, pero puntual. Y habrá que resolverlo para seguir caminando. Pero también se nota, en general, cierta dejadez en esto de la fraternidad, un dejar llevarnos por la querencias, buscar lo fácil, no avanzar. Y esto, a la larga, nos pondrá tan en evidencia que hará imposible el camino compartido. La fraternidad no es algo que tengamos entre las manos, un logro en una estantería. No, la fraternidad es un esfuerzo que hay que seguir haciendo, un camino, un proyecto vital. Si no caminamos no hay fraternidad. Sólo los restos que hayan quedado: amistad, compañerismo...
Mirad como se aman, dice la lectura. Pues vale. Entre la Visión y la Fraternidad nos movemos nosotros, esa treintena corta de personitas que hemos quedado alrededor de Dos Orillas, y los que han ido llegando después, por diferentes razones. Porque tenemos un Visión hemos de generar Fraternidad, y porque generamos Fraternidad hacemos creíble esa Visión. Lo uno con lo otro. Imposible lo uno sin lo otro.


El valor de lo que somos.

«Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertar... la noche está muy avanzada y está cerca e día» (Rom. 13, 11)

Se aprecia más lo que se tiene cuando se pierde. Así somos, pero ojalá no tengamos que agotar Dos Orillas para darnos cuenta del valor que tenía. Paco soñó con colocar a 300 personas formadas y comprometidas en la sociedad de Huelva. Parece que no atinó con la cifra, pero sí con lo demás. Lo que somos juntos tiene mucho valor, más del que pensamos.
Tanto valor que no es posible dejarlo morir por inanición. No es posible dejar que nuestra Visión y nuestra Fraternidad vayan desgastándose lentamente, quedando sin aristas, sin fuerza. Eso no es bueno, y además resulta aburrido. En esto hemos de ser claros: si estamos convencidos adelante, si compartimos una Visión adelante. Pero si no, será mejor desmontar el Proyecto, despedirnos como buenos compañeros de viaje. Y ponernos de acuerdo, si queremos, alrededor de otro proyecto. Y no sería mala una despedida, no sería un fracaso, un abandono. No. Sólo el punto y final de un trayecto. Si hasta aquí llegamos brindemos por el trecho recorrido y hasta otro rato. Si aún queda camino por andar, pues brindemos igualmente y palante. Y si lo que hay que hacer es inventar otra cosa distinta pues también brindamos y a trabajar.
En fin.

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