Dejamé enterrarlo,
dejamé recoger su cadáver de la playa
y darle digna sepultura,
dejamé avisar a su familia
de que su hijo, su esposo, su padre...
ha muerto en el mar,
tratando de cruzar.
Dejamé enterrarlo y aliviar la vergüenza
de este norte rico que cierra sus puertas
y convierte sus playas en un matadero.
Dejamé enterrar su cadáver,
quitarle las algas y la arena,
cerrar sus ojos y su boca que aún grita
desde el silencio de su muerte estéril.
Dejamé enterrarlo...
miércoles, 18 de febrero de 2009
El duelo pendiente
De Gonzalo Revilla
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