lunes, 29 de marzo de 2010

Visceralmente

No estamos acostumbrados a caminar: esta sociedad nuestra es insistentemente sedentaria, tenemos la conciencia acostada en un inmenso sofá al que llaman sociedad del bienestar, y vivimos en un sopor permanente, motivados lo justo para no terminar convertidos en vegetales. Bueno, sí: exagero, o generalizo. Pero lo cierto es que un via crucis desgarrador pasa por delante de nuestras narices, y apenas reaccionamos. Nunca como hoy supimos tanto, nunca como hoy se dispuso de la capacidad de conocer, casi en tiempo real, lo que pasa a lo largo y ancho del mundo... ¿por qué entonces esta pasividad complice?

Nos acercamos a la Pascua: el máximo sacrificio para encontrar la esperanza de un mundo mejor, la fraternidad llevada hasta el extremo para garantizarla en la historia de la humanidad. Detrás de tanto dolor hay vida, detrás de la máxima injusticia encontraremos la dignidad, cuando las guerras se agoten podremos volver a labrar la tierra en paz... Esto, o cosas parecidas, se proclamará en asambleas de cristianos en todo el mundo mundial, unos escucharán más atentos, otros menos, pero sospecho que el mundo no se moverá un ápice de su eje suicida, de su ansia por destruir, por humillar, por hacer de la vida un lugar oscuro... ¿acaso no escuchamos los cristianos, acaso no comprendemos la muerte y la resurrección del nazareno?

No será eso, claro. Es más una cuestión de tibiezas, de sí pero no, de matices, interpretaciones y recortes. En el fondo no reaccionamos porque no nos toca de frente. Si alguien agarrara a nuestra hija, la violara en un bosque y le hiciera un tajo en el cuello toda nuestra energía, nuestra rabia, todos nuestros resortes se movilizarían para restaurar el daño. Si eso mismo ocurre en los bosques de Marruecos de forma sistemática desde hace años, entonces nuestra

reacción es, cuanto menos, moderada, medida, si acaso teñida de impotencia. Si a nuestro hermano lo explotaran en su trabajo gritaríamos y haríamos pancartas bien grandes contra esa empresa, pero si eso ocurre a un montón de kilómetros entonces no hay pancarta que valga. Si nuestra familia se viera envuelta en una guerra concentraríamos toda nuestra vitalidad en sobrevivir y luchar por la paz, pero si los que mueren en las guerras son desconocidos pues ya la cosa nos altera un poco menos la sangre...

Necesariamente tiene que haber luz al final del tunel: necesariamente detrás de la muerte podremos celebrar la Pascua. Pero si no caminamos con los crucificados de hoy, con los hombres y mujeres que sufren, que son golpeados, humillados, malheridos y asesinados, entonces será dificil encontrar la salida del tunel. Desde la tibieza generaremos esperanza tibias, desde las matizaciones e interpretaciones nos haremos cómplices del continuismo, con todos los barnices necesarios.

Vivimos instalados, como ciudadanos y como creyentes, y hacer el proceso Pascual es ir contra nuestros propios intereses, desmontar nuestras seguridades, mover el suelo que pisamos. Y eso no resulta, de entrada, muy sugerente. Si no nos dan la mano, si el crucificado de hoy no nos arranca de nuestro sofá, no tira de nosotros hasta el Gólgota, no nos muestra, visceralmente, la cruz de tantos y tantas, entonces no habrá Pascua posible.

Y todo esto de forma colectiva, compartida, comunitaria, porque las corrientes en contra son fuertes. Pero también son muchos los que aspiran a cruzar el Mar Rojo, creyentes y no creyentes, gentes dispuestas a provocar un mañana mejor para todos, gentes que ya están provocando un hoy mejor, espacios limpios y amables, acogedores y respetuosos.

Pues ya está: se trata de caminar (de seguir caminando), aún sabiendo que vamos contra nuestros propios intereses (esto es importante tenerlo claro), dejando que marquen la ruta los que sufren, los que conocen la cruz, y convencidos visceralmente de que otro mundo mejor es posible. Que la pascua nos pille despiertos.


1 comentario:

Olivia dijo...

Pues... qué decir,para una opción más radical que brinde una esperanza más radical y no tibia, quizás habría que situarse en otro lado ¿ será eso lo que hay que hacer?.Sino, sólo nos queda ir caminando, intentando que "el mundo" no nos coma el terreno en lo esencial pero siendo conscientes de que muchas veces lo consigue.
La tibieza,la tibieza....